Tenía trece hojas marcadas, de trece libros distintos.
Y ahí andaban los trece, dando vueltas de acá para allá,
desparramados por toda la casa.
-Ese extraño fetiche de llegar a la página cien…
Le causaban un poco de intriga… sobre todo en los momentos
de soledad donde quería elegir uno y continuar… Búsqueda que ponía en completo
peligro la operación de finalizar (reduciéndola a un intento) y podía
transformar a los trece en catorce, en conclusión, sumar trabajo.
Resumían tal vez, su pesada costumbre de dejar todo a la
mitad… como si la vida tuviera doscientas páginas, porque también sus proyectos
andaban por todas partes, a medio comer, un poco mordidos, todos probados, casi
ninguno intacto.
O tal vez serian, la muestra del presente mismo. Ese empezar
eterno que se parece a un seguir constante. Ese estar haciendo en un momento
del tiempo… ese ser ahora y ya.
Trece libros y varios proyectos…
Llego a pensar varias cosas…
-Ese extraño fetiche de deducir causas y efectos, que le
permitan un respiro de coherente razón, en las mareas del cotidiano caótico.
…Pero la conclusia* que más lo
acariciaba y le besaba tiernamente la frente, como una madre o un viejo amigo,
era esa que entendía a los trece libros, como la manía de que no se terminen
jamás las finitas páginas. Que desde el lomo del ultimo cero del cien, podía
ver cuánto faltaba para el punto de cierre… Redondito como un botón… que de
tocarlo no más, sentencia al libro al letargo del anaquel. Lo mata.
Y ya no lo encontraría por la casa… ni provocaría pasión, ni
nada parecido.
-Ese extraño fetiche de llegar a la página cien… y de tener
algunos sueños inconclusos a los cuales volver hasta el último de los días… Dar
de a poco cuerda y apaciguar el paso del tiempo. Administrar la vida, hacer
desear a la muerte.
*Conclusia: Hibrido de las palabras Conclusión y
Fantasía.
-Ariel-
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