Sin saber cómo ni
de qué manera, sin siquiera porqué, resulta que tuvo que nacer. En un santiamén
le exigieron que fuese bueno, que evite ser cruel, que sea grande y pequeño,
fugaz y eterno. Pasaron días, meses, años y nunca logró ser lo que los demás
querían. Vivió entrampado, angustiado, solitario, sin encontrar una sola
respuesta.
Por fin decidió
ser transparente y no adaptarse a nada ni nadie. Solo reflejar lo que sentía.
Las trampas se
abrieron, la angustia se disipó y justo en ese momento pudo ser libre.
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