Estoy en frente
de la mesa. El reloj me clava sus agujas en el cuello. Su sonido parecen
bombas, disparos. Se desato una guerra a mis espaldas. Doy un paso y es uno
menos hacia el fin. La tabla se acorta. Veo el agua, el salto es inminente y la
inspiración que no llega. Me esfuerzo, me remito a mis deseos más profundos, me
aferro a mi instinto, aflora lo más visceral en mi (eso que muchas veces
intente ocultar) aun así, el vacio sigue habitando mi cabeza.
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